
Hablando con el espejo, jugando a hacer pasteles con la espuma que el shampoo travieso deja en mi cabello. Me doy cuenta que también sé perder el tiempo; mirándome! pude saber que, si quiero... hablo dos horas de mi perfume. Media de lo que detesto el deporte, de la importancia del rosa en mi cuarto, reir sin parar por un pésimo chiste; y sentir que no hay cosa más interesante que irme de compras un rato; platicar horas por teléfono... dándole vueltas a la incógnita de cuántas operaciones tiene mi vecina?...
Pero el agua deshizo el pastel; lo fueron persiguiendo mis ojos por toda mi piel... y me dió frío de nuevo, enjuagué entonces mi cuerpo, apretando mis párpados buscando fuerzas escondidas para mirarme de nuevo. Y así con la realidad tomada de mi mano; el espejo me dibujó otra vez... gritando que debo conformarme con lo que puedo ofrecer: frío, Miedo, formas raras de querer, una piel con silencios... sonrisa tatuada en los labios, ganas de amar tomando café. Ojos anciosos por contar amaneceres, manos locas por conquistar una piel; memoria olvidadiza y corazón loco por no querer anclar al amor con un ayer.
Vacíos internos, rellenados con libros; dedos traidores que le cuentan sin Pena al papel lo que mi corazón Miedoso, esforzándose toda la noche intentó esconder. Cintura solitaria, esperanzada por caminar nuevos días... y traducir caricias extrañas. Una fe perdida, pero que sigue latiendo... y a pesar de no poder encontrarla, mil besos quieren renacer.